sábado, 13 de marzo de 2010

tanguy



Tayne utiliza para hacer este retrato de una mujer, unos senos a modo de ojos, el ombligo sustituyendo la nariz y el pubis hace de boca. Para mi quiere representar lo femenino.

Nació en París, (Francia) y era hijo de un capitán de marina retirado. Sus padres eran ambos de origen bretón. A la muerte de su padre en 1908, su madre volvió a su pueblo natal Locronan, Finisterre, y Tanguy convivió la mayor parte de su juventud con otros familiares.

En 1918, Yves Tanguy se embarcó en un navío mercante antes de unirse al ejército, donde se hizo amigo de Jacques Prévert. Al acabar el servicio militar en 1922, volvió a París, donde trabajó en diversos oficios. Por casualidad vio un cuadro de Giorgio de Chirico y quedó tan impresionado que decidió convertirse en pintor aunque no tenía la más mínima educación formal para dedicarse a ello.

Tanguy tenía la costumbre de quedar totalmente absorbido por la obra en la que estuviese trabajando. Esta forma de crear una obra de arte puede obedecer a que su taller era muy pequeño y sólo podía albergar con comodidad únicamente una obra secándose.

Gracias a su amistad con Jacques Prévert, Tanguy fue admitido alrededor de 1924 en el círculo de surrealistas de André Breton. Tanguy desarrolló con rapidez su propio estilo pictórico, celebrando su primera exposición individual en 1927 en París. Ese mismo año se casó por primera vez. Durante esta época tan ocupada de su vida, Breton celebró con Tanguy un contrato para pintar 12 cuadros al año. Con sus ingresos fijados, pintó menos y acabó haciendo sólo 8 obras de arte para Breton.

A lo largo de los años treinta, Tanguy llevó la vida bohemia del artista que lucha por abrirse paso, lo que con el tiempo llevó al fracaso de su matrimonio. En 1938, después de ver la obra de la artista Kay Sage, Tanguy comenzó una relación con ella que, con el tiempo, le llevaría a su segundo matrimonio.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Sage volvió a su ciudad natal, Nueva York, y Tanguy, al que se consideró no apto para el servicio militar, la siguió. Pasó el resto de su vida en los EE. UU. Sage y Tanguy se casaron en Reno, Nevada el 17 de agosto de 1940.

Cuando la guerra iba a acabar, la pareja se trasladó a Woodbury, Connecticut y transformaron una antigua granja en un estudio para artistas. Vivirían allí el resto de sus días. En 1948 Tanguy se convirtió en ciudadano norteamericano.

En enero de 1955, Tanguy tuvo un infarto en Woodbury. Su cuerpo fue incinerado y conservado hasta la muerte de Sage, en 1963. Sus cenizas fueron esparcidas juntas por su amigo Pierre Matisse en la playa de Douarnenez en su querida Bretaña.

Los cuadros de Yves Tanguy tienen un estilo único, reconocible rápidamente, de un surrealismo abstracto. Muestran paisajes vastos y abstractos, en su mayor parte con una paleta de colores muy limitada, mostrando sólo destellos de colores que contrastan. Típicamente, estos paisajes de ensueño están poblados por formas abstractas variadas, a veces angulares y agudas como fragmentos de vidrio, otras veces con un aspecto orgánico introgante, como amebas gigantes repentinamente petrificadas
informacion de wikipedia

joan miro



Este cuadro se relaciona con el amanecer. El gallo representa el espíritu trabajador de la época, ya que se relaciona trabajo con el hecho de madrugar, y los gallos antiguamente eran los despertadores naturales de la gente, sobre todo del campo

Pintor español, Miró nació el 20 de abril de 1893 en Barcelona, estudió en la Escuela de Bellas Artes y en la Academia Galí. Sus obras recogen motivos extraídos del reino de la memoria y el subconsciente con gran fantasía e imaginación, y que se hallan entre las más originales del siglo XX.

Su obra anterior a 1920 muestra una amplia gama de influencias, entre las que se cuentan los brillantes colores de los fauvistas, las formas fragmentadas del cubismo y las bidimensionales de los frescos románicos catalanes. En 1920 se trasladó a París, encontrándose con Pablo Picasso, donde, bajo la influencia de los poetas y escritores surrealistas, fue madurando su estilo. Miró arranca de la memoria, de la fantasía y de lo irracional para crear obras que son transposiciones visuales de la poesía surrealista. Estas visiones oníricas, como El campesino catalán de la guitarra, El carnaval del arlequín (1925) o Interior holandés (1928), a menudo comportan una visión humorística o fantástica, conteniendo imágenes distorsionadas de animales jugando, formas orgánicas retorcidas o extrañas construcciones geométricas. Las composiciones de estas obras se organizan sobre neutros fondos planos y están pintadas con una gama limitada de colores brillantes, especialmente azul, rojo, amarillo, verde y negro. En ellas se disponen sobre el lienzo, como de modo arbitrario, siluetas de amebas amorfas alternando con líneas bastante acentuadas, puntos, rizos o plumas.

Posteriormente, Miró produjo obras más etéreas en las que las formas y figuras orgánicas se reducen a puntos, líneas y explosiones de colorido abstractos. Volvió a España en 1940. Miró también experimentó con otros medios artísticos, como grabados y litografías, a los que se dedicó en la década de 1950. También realizó acuarelas, pasteles, collages, pintura sobre cobre, escultura, escenografías teatrales y cartones para tapices. Sin embargo, las creaciones que han tenido una mayor trascendencia, junto con su obra pictórica, son sus esculturas cerámicas, entre las que destacan los grandes murales cerámicos La pared de la Luna y La pared del Sol (1957-1959) para el edificio de la UNESCO en París y el mural del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. En la actualidad su producción puede contemplarse en la Fundación Joan Miró en Barcelona y en los principales museos de arte contemporáneo de todo el mundo.
Informacion sacada de www.epdlp.com

salvador dali



Dalí siempre decía que la vida transcurre en un momento y que hay que aprovecharla al máximo, por eso este cuadro nos induce a pensar en la vida y el tiempo, y hace que pensemos al contemplarlo, que el tiempo se parara

Pintor español. Salvador Dalí nació en una madrugada de la primavera de 1904 en el seno de una familia burguesa, hijo de un notario bienpensante y de una sensible dama aficionada a los pájaros. Más tarde escribiría: "A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí".

Puesto que la persecución sería incesante y el objetivo no habría de alcanzarse nunca y, dado que en ningún recodo de su biografía estaba previsto que hallara el equilibrio y la paz, decidió ser excesivo en todo, intrepretar numerosos personajes y sublimar su angustia en una pluralidad de delirios humorísticos y sórdidos. Se definió a sí mismo como "perverso polimorfo, rezagado y anarquizante", "blando, débil y repulsivo", aunque para conquistar esta laboriosa imagen publicitaria antes hubo de salvar algunas pruebas iniciáticas, y si el juego favorito de su primera infancia era vestir el traje de rey, ya hacia sus diez años, cuando se pinta como El niño enfermo, explora las ventajas de aparentar una constitución frágil y nerviosa.


Salvador Dalí

Su precocidad es sorprendente: a los doce años descubre el estilo de los impresionistas franceses y se hace impresionista, a los catorce ya ha trabado conocimiento con el arte de Picasso y se ha hecho cubista y a los quince se ha convertido en editor de la revista Studium, donde dibuja brillantes pastiches para la sección titulada "Los grandes maestros de la Pintura".

En 1919 abandona su Cataluña natal y se traslada a Madrid, ingresa en la Academia de Bellas Artes y se hace amigo del gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro cineasta surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciará irreversiblemente en 1930. En la capital adopta un extraordinario atuendo: lleva los cabellos largos, una corbata desproporcionadamente grande y una capa que arrastra hasta los pies. A veces luce una camisa azul cielo, adornada con gemelos de zafiro, se sujeta el pelo con una redecilla y lo lustra con barniz para óleo. Es difícil que su presencia pase desapercibida.

En los revueltos y conflictivos meses de 1923 sufre un desafortunado contratiempo. En la Academia de Bellas Artes a la que está adscrito se producen manifestaciones en contra de un profesor, y antes de que dé comienzo el discurso oficial y se desate la violenta polémica, Salvador abandona la sala. Las autoridades creen que con este gesto ha sido él quien ha dado la señal de ataque y rebelión y deciden expulsarlo durante un año. Después, de nuevo en Figueras, los guardias vienen a detenerlo y pasa una temporada en la cárcel.

A la salida de prisión recibirá dos alegrías. La primera, una prensa para grabado que su padre le regala, y la segunda, la visita de su excelente compañero de la Residencia de Estudiantes de Madrid Federico García Lorca, quien, en las calurosas noches del verano de Cadaqués, lee a toda la familia Dalí sus versos y dramas recién compuestos. Es allí, junto al Mediterráneo, donde García Lorca redacta la célebre "Oda a Salvador Dalí", publicada unos años después, en 1929, en la Revista de Occidente. Pronto será también Luis Buñuel quien llegue a Cadaqués para trabajar con su amigo Salvador en un guión cinematográfico absolutamente atípico y del que surgirá una película tan extraña como es El perro andaluz.

En 1927 Dalí viaja por primera vez a París, pero es al año siguiente cuando se instala en la capital francesa y se une al grupo surrealista que lidera el poeta André Breton. Este último terminará expulsándolo del movimiento algunos años después, en una memorable sesión de enjuiciamiento a la que Dalí compareció cubierto con una manta y con un termómetro en la boca, aparentando ficticiamente estar aquejado de fiebre y convirtiendo así el opresivo juicio en una ridícula farsa.

La triple acusación a la que tuvo entonces que enfrentarse Dalí fue: coquetear con los fascismos, hacer gala de un catolicismo delirante y sentir una pasión desmedida e irrefrenable por el dinero. A esto precisamente alude el célebre apodo anagramático con que fue motejado por Breton, Avida dolars, acusación que lejos de desagradar al pintor le proporcionaba un secreto e irónico placer. De hecho, después de conocer a la que sería su musa y compañera durante toda su vida, Gala, entonces todavía esposa de otro surrealista, el poeta Paul Eluard, Dalí declaró románticamente: "Amo a Gala más que a mi madre, más que a mi padre, más que a Picasso y más, incluso, que al dinero."

Salvador se enamoró de Gala en el verano de 1929 y con ella gozó por primera vez de las mieles del erotismo. Es la época en que pinta Adecuación del deseo, Placeres iluminados y El gran masturbador, pintura esta última que fue atacada y desgarrada por el fanático grupo puritano los Camelots du Roy. Mientras tiene lugar una exposición de sus obras en la Galería Goemans de París, la joven y apasionada pareja se refugia y aísla en la Costa Azul, pasando los días y las noches encerrados en una pequeña habitación de un hotel con los postigos cerrados.


Dalí, un genio excéntrico

Enterado el padre de Salvador de la vida disoluta de su hijo por un artículo de Eugenio d'Ors aparecido en La Gaceta Literaria, rompe relaciones con su vástago; pero ello no debió afectarlo demasiado, o quizás sí, puesto que es en esa época en que el artista realiza lo mejor de su obra, como el célebre cuadro Persistencia de la memoria (1931), donde blandos relojes cuelgan de la rama de un árbol, del borde de un pedestal y sobre una misteriosa forma tendida en la vasta extensión de la playa.

En 1934 viaja con su ya inseparable Gala a Estados Unidos, donde desembarca y se presenta ante los periodistas con un enorme pan cocido por el cocinero del trasatlántico que les ha transportado. En sus erráticas manifestaciones no duda en asociar el mito hitleriano con el teléfono y a Lenin con el béisbol. Son todas bromas absurdas que tratan de quitar hierro a una situación política amenazante. Dos años después se desata la atroz guerra civil en España y una de las primeras muestras de la probidad de los militares insurrectos es el infame asesinato de su amigo Federico García Lorca, crimen que conmocionó a la opinión pública internacional. Dalí escribió: "Lorca tenía personalidad para dar y vender, la suficiente para ser fusilado, antes que cualquier otro, por cualquier español."

En 1938 conoce por fin, gracias al escritor vienés Stefan Zweig, a Sigmund Freud, quien había sido el gran inspirador de la estética surrealista, de la que Dalí no se siente marginado pese a las bravatas de Breton, sino que por el contrario se considera el único y más genuino exponente. El padre del psiconálisis había dado pábulo a la nueva indagación del inconsciente con su libro La interpretación de los sueños (1900), pero nunca se había tomado demasiado en serio a sus jóvenes admiradores de París.

No obstante, el 20 de julio de 1938, tras el encuentro, Freud anotó en su diario: "Hasta entonces me sentía tentado de considerar a los surrealistas, que aparentemente me han elegido como santo patrón, como locos integrales (digamos al 95%, como el alcohol puro). Aquel joven español, con sus espléndidos ojos de fanático e innegable dominio técnico, me movió a reconsiderar mi opinión". Por su parte, el artista realizó asombrosos y alucinantes retratos del "santo patrón" de los surrealistas.
Informacion sacada de www.biografiasyvidas.com

george grozs



En este cuadro hay alrededor de la mesa unos extraños personajes: unos hombres vestidos de pingüinos, sin cabeza y reunidos con un hombre muy grande. Encima de la mesa observamos una espada manchada de sangre, como hecho de juramento. También hay un burro. Cerca de la mesa hay un muerto y una niña. En la pared tenemos el símbolo del dólar, como signo de poder y riqueza.

Pintor e ilustrador expresionista alemán. Nació en Berlín el 26 de julio de 1893 y estudió arte en la Academia de Dresde, en la Escuela de Artes y Oficios de Berlín y en la Academia Colarossi de París (Francia), y sirvió en el ejército durante la I Guerra Mundial. Es célebre por sus dibujos y caricaturas de enorme carga satírica. Las distintas series de dibujos relacionados con las condiciones de vida en la Alemania posterior a la I Guerra Mundial aparecieron en las revistas Ecce homo (1923) y Das Gesicht der herrschenden Klasse (El rostro de la clase gobernante, 1921). En Metrópolis (1916-1917, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, España), obra de atmósfera apocalíptica, Grosz refleja el ambiente de inseguridad producido por la guerra y la locura que se había apoderado de la sociedad europea. Opositor a ultranza del militarismo y del nacionalsocialismo, fue uno de los primeros artistas alemanes en atacar a Adolf Hitler. En 1932 emigró a Estados Unidos y en 1938 obtuvo la nacionalidad. Hacia 1936 comenzó a pintar al óleo y adoptó una temática menos ácida, realizando numerosos desnudos, naturalezas muertas y escenas callejeras. En vísperas de la II Guerra Mundial su arte adquirió un tono desesperado. Reconocido como uno de los dibujantes más brillantes de su época, fue también un aclamado profesor. Registró sus experiencias como artista en su autobiografía Un pequeño sí y un gran no (1946). Nombrado miembro de la Academia de las Artes de Berlín oeste en 1958, volvió a su patria a comienzos del año siguiente. Murió el 6 de julio de 1959 en Berlín
Informacion sacada de virb.com/natureofthebeast

OTTO DIX



Este cuadro es una de las numerosas obras del autor que refleja la muerte. Esta pintura representa un soldado de la Primera Guerra Mundial, época en la que vivió el autor

La política fue un elemento decisivo en su forma de entender el mundo, esto es, de pintar, y su implicación ética con los derrotados, los humillados y ofendidos de la historia, unida a su acusado sentido de lo grotesco, le condujeron a pintar de una forma tan vigorosa y exaltada que a menudo causaba aversión. Sus putas, sus mutilados, el lumpen que puebla su obra, constituyen una de las denuncias iconográficas más potentes de la historia del arte. Su verismo, su hipertrofiada objetividad, su tendencia a la caricatura, a retratar lo obsceno, es decir, aquello que acostumbra a permanecer oculto, velado por la hipocresía, la buena educación y el gusto dominante –o impuesto– le llevaron en dos ocasiones al banquillo, afortunadamente sin consecuencias, y le convirtieron en una de las presas más cotizadas por el nazismo. Otto Dix era, se mirara como se mirara, un artista degenerado. La Segunda Guerra Mundial –de hecho la toma nazi del poder– supuso para Dix un golpe del que ya no se recuperaría. Había perdido impulso y las circunstancias no le permitirían recuperarlo. Pero eso ya no importaba mucho: Otto Dix era uno de los grandes, uno de esos artistas que representan a una época y que nos devuelven, transformada, enriquecida, violentada, su imagen, la de una Historia que nos explica el presente y que, en ocasiones, ayuda a vislumbrar el futuro.

Tiempos de guerra

Otto Dix nació el 2 de diciembre de 1891 en Untermhaus, cerca de Gera, en Turingia. Hijo de obreros cualificados estudió dibujo y muy joven comenzó a trabajar como pintor-decorador. En 1908 ya pinta sus primeros óleos, pasteles y dibujos al carboncillo y, un año más tarde, ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Dresde, la que fuera su ciudad de referencia. Pero una catástrofe interrumpiría su vida y la de millones de europeos: la Primera Guerra Mundial. Kokoschka fue herido en una emboscada y capturado por los rusos en el frente oriental; Macke caía el 29 de septiembre en la Champagne francesa y Marc sucumbía el 4 de marzo de 1916 en Verdún; Kirchner, por su parte, fue asaltado por tal crisis física y mental que tuvo que ser ingresado en el sanatorio Königstein en el Taunus. Dix tuvo más suerte que ellos. Tras incorporarse como voluntario al frente recorrió en un convoy militar Francia, Flandes, Polonia y Rusia; fue herido, condecorado y ascendido. Pero esa buena suerte, ese cumplimiento ejemplar no debe engañarnos. Mientras duró la campaña Otto Dix escribió multitud de cartas describiendo los horrores de aquella feroz matanza y, sobre todo, trabajó a destajo en unas condiciones dramáticas, esas condicione que, milagrosamente, habían permitido también escribir a Wittgenstein su Tractatus. Dix pintó retratos y autorretratos–su célebre Autorretrato como soldado– así como cientos de dibujos, aguadas y acuarelas. Influido por el cubismo y el futurismo el pintor tomaría nota de la devastación, de las trincheras y lo impactos de los obuses, de los cadáveres desmembrados y de la naturaleza arrasada. Todo ello le haría merecedor, años más tarde, de la denuncia de los exquisitos críticos nazis: por “sabotaje al espíritu militar de las fuerzas armadas”. Para Dix la guerra es un fenómeno telúrico, geológico, pero esa aparente impersonalidad no oculta su feroz denuncia. Tan sólo Goya había logrado algo parecido a lo que Dix hará en esos años. En 1916, en la Galería Arnold, muestra ya algunos de sus trabajos, macabros, expresionistas, como La guerra, Autorretrato como Marte, o el guache Trincheras. Aunque no será hasta 1923 que no aparezca la carpeta definitiva sobre el tema La guerra, y pinte su óleo Las trincheras, hoy desaparecido. “Ese Dix provoca náuseas”, aseguró el historiador del arte Julius Meier-Graefe en 1924. El “entrenamiento demencial de cuatro años” que fue la contienda rinde sus frutos artísticos en una obra que quedará definitivamente afectada por su impacto. “A juzgar por los cuadros bélicos de los antiguos, parece como si sus autores nunca hubieran estado allí”, se queja Dix. Pero él sí estuvo, y se empapó de la miseria, del sufrimiento y del dolor. Su tremendo tríptico sobre el tema exime de cualquier comentario, y los nazis no se lo perdonarían. Era difícil, al comienzo, no sucumbir a la fascinación de los uniformes, al delirio popular, al hechizo propagandístico de las “tempestades de acero”. Incluso alguien tan poco proclive a esos frenesís como Stefan Zweig no pudo sustraerse del todo a su atracción. Así lo confiesa en sus memorias: “En honor a la verdad debo confesar que en aquella primera salida ala calle de las masas había algo grandioso, arrebatador, incluso cautivador, a lo que era difícil sustraerse. Y, a pesar del odio y la aversión a la guerra, no quisiera verme privado del recuerdo de aquellos primeros días durante el resto de mi vida”. Otto Dix no se dejó engañar, y si bien afirmó que no era pacifista, como no era “político” ni otras muchas cosas, lo cierto es que su obra es incuestionablemente antibelicista, como sus pinturas, su compromisos, estuvieron siempre con la izquierda. Pues los tiempos en los que Dix más brilló fueron tiempos turbulentos y exaltados; fue una época fascinante y terrible en que izquierda y derecha radicalizaban sus posturas y se enfrentaban diariamente en las calles, en los cafés, en los barrios. Fueron los tiempos de la efímera, romántica y malograda República de Weimar, de la que Dix fue, de algún modo, “pintor de corte”.

Tiempos de revuelta

Tras la contienda, en 1919, Otto Dix volvió a su querida Dresde e iniciaría el periodo más fecundo, más innovador y brillante de su carrera. Y también el más comprometido políticamente. El 3 de noviembre de 1918 la flota alemana se había sublevado en Kiel: era el comienzo. A la sublevación siguieron levantamientos en Colonia, Hannover o Munich, donde el poeta y socialista Kurt Eisner proclama, por fin, la caída de la monarquía y forma el primer Consejo de Obreros y Soldados. Poco después se constituyen otros en Dresde o Leipzig y, apenas unos días más tarde, los acontecimientos se precipitan. El 10, bajo la presión de una huelga general, Guillermo II abdica, dimite el canciller Max von Baden y el Consejo de Comisarios del Pueblo nombra a Friederich E. Ebert, miembro del Partido Socialista Alemán, presidente de la República, y a su compañero de partido, Ph. S. Scheidemann, primer ministro. Es la “revolución de noviembre”: la República de Weimar ya está en marcha. Los conflictos, sin embargo, no tardan en aparecer. Buena parte de Alemania, en especial Berlín, donde en última instancia se juega su destino la República, se halla sumida en huelgas, mientras sus calles son un hervidero de manifestaciones, desfiles y proclamas. En las empresas se han creado consejos de obreros y soldados, alentados por la oposición pero sobre todo por los espartaquistas de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg: queda otra revolución pendiente. El 6 de enero de 1919 Ebert encarga a un compañero de filas, Gustav Noske, que tome el mando de las fuerzas armadas congregadas en Berlín para acabar con el “caos”. Como es tradicional el orden se impondrá con bestial contundencia. Mientras se elabora la constitución en Weimar, bajo los auspicios de Goethe y Schiller, Noske, apoyado por cuerpos de voluntarios, por tropas de aventureros del antiguo ejército imperial pagadas por industriales, “limpian” Berlín y sus alrededores
Informacion sacada de www.elviejotopo.com